miércoles, 15 de diciembre de 2010

Historia de un nacimiento

Salí de cuentas el 8 de noviembre, y los días pasaban y no me ponía de parto. Creo que batí el récord de los registros; hasta cinco veces estuve en monitores para ver cómo seguía mi niño. Y como éste parecía estar muy a gustito ahí dentro, en la semana 41+4 decidieron inducirme el parto, así que ingresé el día 19 de noviembre a las 9 de la mañana.
Evidentemente, como yo no estaba de parto, no tenía ni un mísero centímetro de dilatación; es más, ni siquiera tenía borrado el cuello del útero. Así que me pusieron un tampón de prostaglandina para iniciar el proceso. Me subieron a planta, y allí me dejaron 12 horas para ver si empezaba a dilatar. Las contracciones comenzaron a las 7 de la tarde, y sobre las 9 de la noche me bajaron de nuevo a paritorio para ver cómo iba. Ni un centímetro de dilatación, pero con unas contracciones tremendas que iban a más. Me volvieron a poner a monitores, y como el niño estaba bien, pero no había dilatación, decidieron dejarme toda la noche con contracciones y subirme de nuevo a la planta. En la vida olvidaré esa noche, la peor de mi vida sin duda. Cada cinco minutos, incluso menos, tenía contracciones, unas contracciones horribles que me mataban de dolor. Ni la respiración que me habían enseñado en las clase de preparación, ni las diferentes posturas hacían que eso se pudiera soportar. Ví pasar todas las horas del reloj, en una noche que pensé que no iba a terminar nunca. Cuando por fin amaneció, ya a las nueve de la mañana, pedí que me bajaran de nuevo a paritorio porque ya no tenía fuerzas para soportar una contracción más.
Me miraron, y tenía 2 cm de dilatación. En ese momento me dijo la matrona que en cuanto llegara el anestesista me pondrían la epidural. De momento empezarían con la oxitocina, que no sé para qué coño me la pusieron porque mis contracciones, según marcaba el monitor, superaban el 127 de sobra. Yo ya no sabía cómo ponerme, no podía soportar el dolor de las contracciones que se repetían cada dos minutos. A las doce de la mañana llegó el anestesista.Por lo visto tuve suerte porque el que me ocó era el mejor del hospital. La verdad es que resultó un tío muy majo, que me explicó perfectamente todo el proceso. Se extrañó que me hubieran dejado tanto tiempo con contracciones, y me pidió que le avisara cada vez que tuviera una para poder él para el proceso de la epidural, ya que, como yo no podía matenerme quieta con cada contracción, podíamos liarla.
Cuando la anestesia empezó a hacer efecto por fin pude descansar. La matrona estaba un poco agobiada porque pensaba que no iba a tener fuerzas para empujar cuando llegara el momento de parir.
Me rompieron la bolsa de líquido amniótico sobre la 1.30 de la tarde, y lo que salió ahí era un "puré de guisantes". Pero yo todavía no había dilatado lo suficiente como para parir, así que aguantaron toda la tarde a ver si por fin me ponía en 9 cm. Yo sentía las contracciones, que eran continuas, pero no me dolían. También empecé darme cuenta de que mi niño estaba sufriendo porque sus latidos se aceleraban mucho cada vez que yo contraccionaba.
Para colmo, a eso de las 6 de la tarde me subió mucho la fiebre, así que la posibilidad de una cesárea quedó descartada.
Yo ya empecé a preocuparme, y ví que tanto mi matrona como la ginecóloga que iba a atenderme en el parto estaban más agobiadas que yo. A las 6 la ginecóloga me dijo que empezara a empujar cada vez que tuviera una contracción, ahí mismo, en la sala de dilatación. Me dijo que la cosa se estaba complicando y que teníamos que acelerar el proceso. Además, Simón estaba en postura posterior, así que habría que usar ventosas para sacarlo.
Yo empecé a empujar con todas mis fuerzas, que no sé de dónde coño salieron porque estaba completamente agotada después de más de 15 horas de contracciones. Mi chico estaba muerto de miedo, y yo también, pero teníamos que hacer el último esfuerzo porque el niño estaba teniendo mucho sufrimiento fetal.
Por fin los 9 cm de dilatación a las 7.15 de la tarde, volando me llevaron al paritorio, y allí estaba esperándonos todo el equipo, incluido un pediatra, lo cual era una muy mala señal.
El expulsivo en sí fue rápido y fácil, y Simón nació a las 7.30, pero en muy malas condiciones. Había tragado mucho meconio, y tenía el cordón umbilical enroscado en el cuello. Nada más salir se lo llevaron a una mesa de esas calientes que tenían preparada en el mismo paritorio, ni siquiera me lo enseñaron, y cuando giré la cabeza para ver qué pasaba ví que estaba completamente morado, que la aspiración no era suficiente y que tuvieron que ponerle oxígeno durante un rato. Yo no lo oía llorar, y es que mi pobre estaba en parada respiratoria. La tensión que había en el paritorio era demasiada, yo ni siquiera me enteré de cuando me cosieron, sólo hacía que mirar a la mesa donde estaba mi niño con la pediatra y un montón de gente más. M e lo enseñaros medio segundo, lo justo para que pudiera darle un beso, y se lo subieron a las incubadoras de neonatos.
De lo que pasó después casi no me acuerdo, sólo recuerdo el dolor del montón de puntos que me dieron, y la angustia de no poder tener a mi niño conmigo.
Simón estuvo 6 días en la incubadora, 4 de ellos con suero y antibiótico. Los primeros días fueron horribles: Simón no parecía un bebé, sino un muñeco de trapo que no hacía nada, ni llorar, no respondía a los estímulos, casi no comía...Yo subía cada tres horas a neonatos a ponerle al pecho, pero era inútil porque no reaccionaba a nada. Al quinto día empezó a espabilarse y le quitaron el antibiótico, al sexto día su apariencia era la de un niño normal, aunque aún no respondía como debía a muchos estímulos.
Qué queréis que os diga, que las hemos pasado más putas que Caín. A día de hoy Simón es un bebé precioso que evoluciona perfectamente. Los pediatras que lo están tratando están un poco asombrados de que se haya recuperado tan bien después de un parto tan jodido. Come como una lima, coge peso estupendamente, se mosquea (tanto, que le hemos puesto el mote de Furru, porque se enfurruña con facilidad)...Además es un niño muy buenín que desde el primer día que llegó a casa nos ha dejado dormir, al menos, 4 horas del tirón, y va superándose cada noche. Ya estamos en una media de 5 horas seguidas.
Ahora está fastidiado porque tiene muchos gases y le cuesta sacarlos un montón, así que alguna tarde que otra estamos con cólicos. Pero eso es normal, no me preocupa que se pegue llorando tres horas seguidas porque eso es lo que toca, es lo que les pasa a los bebés.
Y yo...Pues estoy fenomenal, estuve un par de semanas jodida con los puntos, pero ya se me cayeron y no noto nada. Además, mi matrona me ha dicho que me han hecho una episiotomía "muy bonita", que viene a ser algo así como que no se nota que me han hecho episiotomía. Como Simón come tanto, y yo sólo le doy pecho, desde casi el principio me he vuelto a poner mi ropa de antes del embarazo, qué ya tenía yo ganas de volver a enfundarme mis vaqueros.
Marcos es un padre estupendo, y yo como madre...pues creo que dejo algo que desear, pero lo hago lo mejor que puedo. Me pasa un poco como cuando estaba embarazada, que no siento ese instinto que te sale cuando eres madre o estás embarazada; pero creo que no soy de lo peor que hay por ahí. De todas maneras, Simón tendrá que aguantarse porque ésta es la madre que le ha tocado.