Una de mis mejores amigas está pasando por un serio dilema, y no tiene muy claro cómo va a salir de ésta.
Está viviendo en Madrid con su chico, pero ella es de Palencia. Aquí tiene a toda su familia y a todos sus amigos. En Madrid está su chico, y éste tiene allí a toda su familia y amigos.
Cuando decidieron trasladarse a Madrid, lo hicieron con la condición de que tarde o temprano se acercarían un poco más a Palencia; quizá a Valladolid, que es una ciudad grande, en la que se vive bien, y ninguno de los dos tendría que estar a tres horas en coche de sus respectivas vidas.
Y mi amiga ya empieza cansarse de vivir en Madrid; lleva allí unos cuatro años, y está preparándose el curso de sargento para venirse. Sin embargo, su chico no está moviendo un dedo para que le trasladen por aquí cerca. Y aquí es donde ha nacido el problema.
San no está dispuesta a quedarse allí, la conozco y sé que no lo hará. Más, cuando su chico está haciendo más planes de futuro de los que ella quiere, como es el caso de tener hijos. Él tiene 35 años y ya tiene ganas, ella aún no ha cumplido los 30 y pasa mil del tema.
Ayer me lo contaba mi amiga. Me sorprendió la tranquilidad con la que lo hacía, porque tal y como sonoba la cosa, sólo cabían dos soluciones: o que ella ceda, se quede en Madrid y empiece a parir, o que lo mande todo al carajo y se venga.
Y ante esta reflexión me encuentro esta soleada mañana de jueves.¿Hasta qué punto vale la pena implicarse en una relación que no tiene visos de seguir en el futuro?¿Es cuestión de ceder o simplemente de negociar?¿Y si uno de los dos no está dispuesto a negociar?
Lo cierto es que sentí pena cuando me lo contaba, intento ponerme en su pellejo y no tengo ni idea de cómo saldría yo de esa.