Crisis de un viernes por la noche

El viernes Marcos y yo nos fuimos de cena de compromiso; lo cierto es que esto de la boda nos está cundiendo bastante. Ese mismo día le di su regalo de compromiso, un Maurice Lacroix que le hizo mucha ilusión, y le gustó. Y para celebrarlo, y para gastar todo lo que tenía de presupuesto, también le invité a cenar a ese sitio donde hacen los boletus con foie y el helado de queso.
Después de una botella de Tarsus y un par de chupitos de café nos fuimos a tomar una copa, ya que estábamos metidos en harina...

Para no cambiar las buenas costumbres, la primera siempre es en el Universonoro, un garito al que llevamos yendo desde los 20 años, donde descubrimos a los Planetas, a la Mala Rodríguez; allí también nos volvimos fanes totales de Kiko Veneno, y compramos las entradas para el primer concierto de Ojos de Brujo. En el Uni enterramos el Four Roses después del pedo del siglo y nos dimos al Cacique, al Tanquerai y a lo que hiciera falta. Allí era donde Juan nos dejaba liarnos los canutillos para que no lo hiciéramos en la calle en pleno invierno, y en cuya puerta los fumábamos, saliendo de dos en dos para que nadie se quedara solo.

En fin, creo que me explico, uno de esos locales en los que te sientes tan a gusto, tan como en casa, escuchando tu música y punto de encuentro de todos los colegas.

Tomando una copilla estábamos cuando nos dimos cuenta de dos chicos que estaban cerca de la máquina de dardos, con una Heineken en la mano, y que no llegaban a los 16 años; vale que no era muy tarde, apenas la 1.00, pero era la primera vez que veíamos a gente tan joven en el Uni. Lo normal es que empieces a frecuentar ese bar cuando llegas a la Universidad y te vuelves un "inconformista" que está harto de escuchar a LODVG, a ELCDL y ese tipo de música que ponen en los 40. Y al hilo de esta conversación, nos íbamos dando cuenta de que apenas conocíamos a muchas de las bandas que sonaban en el bar; o quizá sí nos sabíamos algunas canciones, pero ni pija idea de quien eran los intérpretes.

Así llegábamos a la conclusión de que nos hemos quedado en nuestros 25 y 26 años; quizá yo he ido un poco más allá, pero Marcos...Sabe de la existencia de La vacazul porque una vez le medio obligué a que me llevara a uno de sus conciertos.

Y en este medio "reproche" estábamos, cuando nos asaltó una pregunta que jamás nos habíamos planteado: ¿Qué significa cuando dejas de escuchar Radio 3 para pasarte al programa de Carlos Herrera de Ondacero? ¿Qué pasa si en algún momento Radio 3 te resulta demasiado insoportable, psicodélico y te abandonas a Europa FM? Pues ocurre que, irremediablemente, te estás haciendo mayor.

Pero, ojo, no nos equivoquemos; no me estoy refieriendo a mayor de "viejo", no hombre, eso es impensable con mis 29 años, o los 31 de mi chico. Me refiero a mayor de que una resaca te tenga out casi un día entero, mayor de que prefieres salir a las cañas de la mañana, con sus tapitas, e irte a casa a comer a las 4.30, antes que las cañas de la tarde, también con sus pinchitos, y empalmar directamente con las copas, y de ahí hasta que Manolo te eche del 38 a las seis de la mañana.

En esas reflexiones andábamos, y ya por la segunda copa, cuando empezamos a ser conscientes del paso del tiempo, de como tus veintitantos están dando paso a los 30, con todo lo que ello implica. Ya no quedas con los colegas que vienen de Madrid para despendolarte, sino que las quedadas son cenas en restaurantes con unas buenas botellas de vino; los planes cada vez suponen menos bares de copas y más salidas de senderismo.

Por primera vez fui consciente que en apenas cuatro meses entro en la treintena, que en apenas un año me caso, y que cada vez tengo más ganas de tener hijos. Y, frente a todo pronóstico, me sentí feliz. Feliz por echar la vista atrás y ver como, poco a poco, se han ido cumpliendo sueños, consiguiendo objetivos, superando obstáculos...

Para celebrarlo, nos tomamos la tercera en el Uni, y luego nos fuimos a bailar al 38...Hasta que Manolo nos echó a las 6 de la mañana.